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MUNICIPALIDAD DE LIMA GENERA INDIGNACIÓN EN ÑAÑA TRAS DEMOLICIÓN DE ESPACIOS DE MISIONEROS MONFORTIANOS

Vecinos y miembros de la comunidad religiosa denuncian abuso de autoridad tras el derribo de muros de la casa de retiro Monfortiana. Señalan que la intervención se realizó de madrugada, sin aviso previo y dejando áreas habitadas completamente expuestas.

Ocurrió en la madrugada del 30 de septiembre en Ñaña no solo representa la caída de muros de cemento. Para los vecinos, se trata de una herida en la memoria y en el trabajo comunitario construido junto a los Misioneros Monfortianos durante décadas.

La intervención de la Municipalidad de Lima (MML), que ejecutó la demolición de parte de la casa de retiro de la congregación religiosa con el objetivo de conectar la prolongación Atahualpa con la avenida Ramiro Prialé, ha generado un profundo malestar en la población local. Los habitantes del distrito no hablan únicamente de infraestructura dañada, sino de un “atropello a la fe” y a la labor social que identifican con los misioneros.

“Ellos han sido nuestra familia. Han trabajado con toda la comunidad, siempre solidarios”, recuerda Anani Castillo, vecina del lugar. Como ella, decenas de personas presenciaron la caída de muros y habitaciones que hasta hace poco eran habitadas por sacerdotes y religiosos.

El representante legal de los Monfortianos, Marcos Falla, calificó lo ocurrido como un acto de abuso y de ruptura del diálogo que, hasta antes de la demolición, se mantenía con la MML. “Duele el autoritarismo, la prepotencia”, expresó, señalando que la congregación aún espera la entrega del expediente técnico de la obra.

La visita al lugar evidencia el nivel de afectación: accesos desprotegidos, restos de muros destruidos, un regadío roto que ha dejado la zona anegada y espacios que pertenecían a religiosos reducidos a escombros.

Para Betsy, miembro de la comunidad de hermanos laicos que apoya a la congregación, el hecho simboliza una contradicción: “El alcalde dice respetar a la Virgen, pero aquí han venido a destruir lo que para nosotros es sagrado. No quedó nada”.

El incidente ha dejado en evidencia no solo un conflicto administrativo entre una obra pública y una institución religiosa, sino también la vulnerabilidad de los espacios que para muchos vecinos representan identidad, fe y cohesión social. 

 

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